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ORDENACIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO

Traducción castellana de la "Editio typica tertia Missalis Romani" (2002)

CAPÍTULO VII


ELECCIÓN DE LA MISA Y DE SUS PARTES

352. La eficacia pastoral de la celebración aumentará, sin duda, si se saben elegir, dentro de lo que cabe, los textos apropiados de las lecturas, oraciones y cantos que mejor respondan a las necesidades y a la preparación espiritual y modo de ser de quienes participan en el culto.

Esto se obtendrá si se sabe utilizar adecuadamente la amplia libertad de elección que enseguida se describe.

El sacerdote, por consiguiente, al preparar la Misa, mirará más al bien espiritual común del pueblo de Dios que a su personal inclinación. Tenga además presente que una elección de este tipo hay que hacerla de común acuerdo con los que intervienen de alguna manera en la celebración junto con él, sin excluir a los fieles en las partes que a ellos más directamente les atañen.

Y, puesto que las combinaciones elegibles son tan diversas, es menester que, antes de la celebración, el diácono, los lectores, el salmista, el cantor, el comentarista y el coro, cada uno por su parte, sepa claramente qué textos le corresponden, y nada se deje a la improvisación. En efecto, la armónica sucesión y ejecución de los ritos contribuye en gran manera a disponer el espíritu de los fieles a la participación eucarística.

I. LA ELECCIÓN DE LA MISA

353. En las solemnidades, el sacerdote está obligado a seguir el calendario de la iglesia en que celebra.

354. Los domingos, las ferias de Adviento, Navidad, Cuaresma Pascua, en las fiestas y memorias obligatorias:

si la Misa se celebra con participación del pueblo, el sacerdote debe seguir el calendario de la iglesia en que celebra;

si la Misa se celebra con la participación de un solo ministro, e sacerdote puede elegir el calendario de la iglesia o el suyo propio.

355. En las memorias libres:

En las ferias de Adviento desde el 17 al 24 de diciembre, durante la octava de Navidad y en las ferias de Cuaresma, excepto el miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa, el sacerdote dice la Misa del día litúrgico propio; de la memoria que puede estar señalada para ese día

en el calendario general puede tomar la colecta, con tal que no coincida con el miércoles de Ceniza o con una feria de Semana Santa. En las ferias del Tiempo Pascual pueden celebrarse íntegramente las memorias de los Santos.

En las ferias de Adviento antes del 17 de diciembre, en las ferias del tiempo de Navidad desde el 2 de enero y en las ferias del Tiempo Pascual, se puede elegir o la Misa de feria o la Misa del Santo, o de uno

de los Santos de los que se hace memoria, o la Misa de algún Santo inscrito ese día en el Martirologio.

En las ferias del tiempo ordinario, se puede elegir o la Misa de feria, o la Misa de la memoria libre que pueda ocurrir, o la Misa de algún Santo inscrito ese día en el Martirologio, o una Misa votiva o por diversas necesidades.

Si celebra con el pueblo, el sacerdote procurará no omitir habitual­mente y sin causa suficiente las lecturas que, día tras día, están indica­das en el leccionario ferial, ya que la Iglesia desea que la mesa de la palabra de Dios se prepare con una mayor abundancia para los fieles.141

Por la misma razón, será moderado en preferir las Misas de difuntos, ya que cualquier Misa se ofrece por los vivos y por los difuntos, y en cualquier formulario de la Plegaria eucarística se contiene el recuerdo de los difuntos.

Donde los fieles tienen particular devoción a una memoria libre de la Santísima Virgen o de algún Santo, se ha de dar cauce a su legítima piedad.

Cuando se da la posibilidad de elegir entre una memoria del calendario general y otra del calendario diocesano o religioso, prefiérase, en igualdad de condiciones, y según la tradición, la memoria particular.

II. LA ELECCIÓN DE LOS ELEMENTOS DE LA MISA

356. Al escoger los textos de las diversas partes de la Misa, del tiem­po o de los Santos, obsérvense las normas que siguen.

Las lecturas

Para los domingos y solemnidades se señalan tres lecturas, es decir, Profeta, Apóstol y Evangelio, con las que se educa al pueblo cris­tiano para que viva la continuidad de la obra de salvación, según la admirable pedagogía divina. Estas lecturas han de hacerse estrictamente. En el Tiempo Pascual, según la tradición de la Iglesia, en lugar del Anti­guo Testamento, la lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles.

Para las fiestas se asignan dos lecturas. Pero si la fiesta es elevada según las normas al grado de solemnidad, entonces se le añade una tercera lectura, que se toma del Común.

En las memorias de los Santos, si carecen de lecturas propias, se hacen normalmente las lecturas asignadas a la feria. En algunos casos se proponen lecturas apropiadas que ilustran un aspecto particular de la vida espiritual o de la actuación del Santo. Pero no se debe urgir el uso de estas lecturas si no lo aconseja una auténtica razón pastoral.

En el leccionario ferial se proponen lecturas para todos los días de cualquier semana a lo largo de todo el año; por consiguiente, se tomarán ordinariamente esas lecturas en los mismos días para los que están señaladas, a no ser que coincidan con una solemnidad o fiesta o una memoria que tenga lecturas propias del Nuevo Testamento, en las que se haga mención del Santo celebrado.

Sin embargo, si alguna vez la lectura continua se interrumpe dentro de la semana por alguna solemnidad, fiesta o alguna celebración particular, le está permitido al sacerdote, teniendo a la vista el orden de lecturas de toda la semana, o juntar con las otras lecturas la que tuvo que omitirse, o determinar qué textos han de llevarse la preferencia.

En las Misas para grupos peculiares se le permite al sacerdote escoger las lecturas más acomodadas a esta celebración particular, con tal que estén tomadas de un leccionario aprobado.

En el Leccionario, además, se da una selección particular de textos de la sagrada Escritura para las Misas rituales, en las que se celebra algún sacramento o sacramental, o para las Misas que se celebran por diversas necesidades.

Estos leccionarios se han hecho para que los fieles, oyendo una lec­tura más acomodada de la palabra de Dios, puedan llegar a entender mejor el misterio en el que toman parte y sean formados en una mayor estima de la palabra de Dios.

Por consiguiente, los textos que se leen en una celebración se han de determinar teniendo presentes no sólo los oportunos motivos pastorales, sino también la libertad de elección concedida para estos casos.

En ocasiones se da una forma más larga y una forma más breve de un mismo texto. En la elección entre ambas formas téngase presente un criterio pastoral. Hay que considerar la capacidad de los fieles de escuchar con fruto una lectura más larga o más breve y también su capacidad de escuchar un texto más completo que se deberá explicar por medio de la homilía.142

Cuando se da opción de elegir entre dos textos ya establecidos o propuestos como facultativos, habrá que tener presente la utilidad de los que participan y elegir el texto que resulte más fácil y conveniente a la asamblea reunida, o bien repetir u omitir un texto que está asignado como propio para una determinada celebración y facultativo para otra, cuantas veces la utilidad pastoral lo aconseje.143

Esto puede suceder o cuando un mismo texto se deba leer de nuevo en días próximos, por ejemplo, un domingo y un lunes, o cuando se tiene el temor de que un texto vaya a crear alguna dificultad para algún grupo de fieles. No obstante, se debe evitar que al elegir los textos de la Sagrada Escritura queden excluidas de modo constante algunas de sus partes.

Además de las facultades arriba mencionadas de elegir algunos textos más apropiados, se faculta a las Conferencias de los Obispos en circunstancias especiales para que señalen algunas adaptaciones refe­rentes a las lecturas, con la condición de que los textos se elijan de un leccionario debidamente aprobado.

Las oraciones

363. En cualquier Misa, mientras no se indique lo contrario, se dicen las oraciones propias de esa Misa.

En las memorias de los Santos se dice la colecta propia o, si carece de ella, la del Común correspondiente; en cambio. la oración sobre las ofrendas y la de después de la Comunión, si no son propias, se pueden tomar o del Común o de la feria del tiempo correspondiente.

En los días feriales del tiempo ordinario, aparte de las oraciones del domingo precedente, se pueden tomar o las oraciones de cualquier otro domingo del tiempo ordinario o una de las oraciones de las Misas por diversas necesidades, que se encuentran en el Misal. En todo caso, siempre está permitido tomar de esas Misas sólo la colecta.

De este modo, se ofrece una mayor riqueza de textos, con los que se alimenta con mayor abundancia la oración de los fieles.

Con todo, en los tiempos más importantes del año, esta acomodación ya está prácticamente hecha en las oraciones que se señalan para cada día en el Misal.

La Plegaria eucarística

La mayor parte de los prefacios con que ha sido enriquecido el Misal Romano miran a que los temas de la acción de gracias brillen en la Plegaria eucarística con mayor plenitud y a que los diversos aspectos del misterio de la salvación se vayan exponiendo con más claridad.

La elección de una u otra de las Plegarias eucarísticas que figu­ran en el Ordinario de la Misa, se rige de modo oportuno por estas normas:

a) la Plegaria eucarística I, o Canon romano, que se puede emplear siempre, se dirá de preferencia en los días en que existe Reunidos en comunión propio o en las Misas que tienen también su propio Acepta, Señor, en tu bondad; también en las celebraciones de los Apóstoles y de los Santos que se mencionan en la misma Plegaria; de igual modo, los domingos, a no ser que por motivos pastorales se prefiera la Plegaria eucarística tercera;

b) la Plegaria eucarística II, por sus características propias, se emplea con preferencia en los días ordinarios de entre semana, o en particulares circunstancias. Aunque tiene su prefacio propio, puede también usarse con prefacios distintos, sobre todo con los que presentan en forma más resumida el misterio de la salvación; por ejemplo, con los prefacios comunes. Cuando la Misa se celebra por un determinado difunto, se puede emplear una fórmula particular, que figura ya en su respectivo lugar, antes de Acuérdate también;

c) la Plegaria eucarística III puede usarse con cualquier prefacio. Su uso se recomienda los domingos y las fiestas. Si esta plegaria se utiliza en las Misas de difuntos, se puede emplear una fórmula particular para el difunto, que está ya en su propio lugar; es decir, después de las palabras Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo;

d) la Plegaria eucarística IV tiene un prefacio fijo y da un sumario más completo de la historia de la salvación. Se puede emplear cuando la Misa no tiene un prefacio propio y en los domingos del tiempo ordinario. En esta Plegaria, por razón de su propia estructura, no se puede introducir una fórmula peculiar por un difunto.

Los cantos

Los cantos establecidos en el Ordinario de la Misa, por ejemplo, el Cordero de Dios, no pueden substituirse por otros cantos.

En la elección de los cantos entre las lecturas y los cantos de entrada, de ofertorio y de Comunión, obsérvense las normas estableci­das en su lugar (cf. nn. 40-41, 47-48, 61-64, 74, 86-88).