DIVERSAS FORMAS DE CELEBRAR
112. En una Iglesia local corresponde evidentemente el primer puesto, por su significado, a
En
113. Téngase también en gran estima
114. Entre las Misas celebradas por determinadas comunidades, ocupa un puesto singular
I.
115. Por «Misa con pueblo» se entiende la que se celebra con la participación de los fieles. Conviene que, mientras sea posible, sobre todo los domingos y fiestas de precepto, tenga lugar esta celebración con canto y con el número adecuado de ministros:95 sin embargo, puede también celebrarse sin canto y con un solo ministro.
116. En toda celebración de
Lo que se ha de preparar
117. Cúbrase el altar al menos con un mantel de color blanco. Sobre el altar, o cerca del mismo, colóquese en cada celebración un mínimo de dos candeleros con sus velas encendidas o incluso cuatro o seis, especialmente si se trata de la misa dominical, o festiva de precepto, y si celebra el Obispo diocesano, siete. También sobre el altar o cerca del mismo ha de haber una cruz con la imagen de Cristo crucificado. Los candeleros y la cruz, con la imagen de Cristo crucificado, pueden llevarse en la procesión de entrada. Sobre el altar puede ponerse, a no ser que también éste se lleve en la procesión de entrada, el Evangeliario, distinto del libro de las restantes lecturas.
118. Prepárese también:
a. Junto a la sede del sacerdote: el misal y, según convenga, el libro de los cantos;
b. En el ambón: el leccionario;
c. En la credencia: el cáliz, el corporal, el purificador, la palia, si se usa: la patena y los copones si son necesarios; el pan para
Es loable cubrir el cáliz con un velo, que podrá ser o del color del día o de color blanco.
119. Prepárense en la sacristía, según las diversas formas de celebración, las vestiduras sagradas (cf. nn. 337-341) del sacerdote, del diácono y de los otros ministros:
Para el sacerdote: el alba, la estola y la casulla;
Para el diácono: el alba, la estola y la dalmática. Esta última, por necesidad o por grado inferior de solemnidad, puede omitirse;
Para los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas."
Todos los que usan el alba, empleen el cíngulo y el amito, a no ser que la forma del alba no lo exija.
A) MISA SIN DIÁCONO
Ritos Iniciales
12O. Reunido el pueblo, el sacerdote y los ministros, revestidos cada uno con sus vestiduras sagradas, avanzan hacia el altar por este orden:
El turiferario con el incensario humeante, si se emplea el incienso;
Los ministros que llevan los ciriales encendidos, y, en medio de ellos, el acólito u otro ministro con la cruz;
Los acólitos y otros ministros;
El lector, que puede llevar el Evangeliario, no el Leccionario, algo elevado;
El sacerdote que va a presidir
Si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone en el incensario antes de que la procesión se ponga en marcha y lo bendice con el signo de la cruz sin decir nada.
Mientras se hace la procesión hacia el altar, se entona el canto de entrada (cf. nn. 47-48).
Cuando han llegado al altar, el sacerdote y los ministros hacen una profunda inclinación.
La cruz, con la imagen de Cristo crucificado, si se lleva en procesión, puede colocarse junto al altar, para que sea la cruz del altar, que debe ser única; de otro modo, se coloca en un lugar digno; los candeleros se colocan sobre el altar o junto a él; conviene depositar el Evangeliario sobre el altar.
El sacerdote accede al altar y lo venera con un beso. Luego, según la oportunidad, inciensa la cruz y el altar rodeándolo.
Terminado esto, el sacerdote va a su sede. Una vez concluido el canto de entrada, todos, sacerdote y fieles, de pie, hacen la señal de la cruz. El sacerdote empieza: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. El pueblo responde: Amén.
Luego el sacerdote, de cara al pueblo y extendiendo las manos, saluda a la asamblea usando una de las fórmulas propuestas. Puede también, él u otro ministro, introducir a los fieles a
Sigue el acto penitencial. Después se canta o se recita el Señor; ten piedad según las rúbricas (cf. n. 52).
En determinadas celebraciones se canta o se recita el Gloria (cf. n. 53).
Luego el sacerdote con las manos juntas invita al pueblo a orar diciendo: Oremos. Todos, juntamente con el sacerdote, oran en silencio durante breve tiempo. Entonces el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta, y cuando ésta termina, el pueblo aclama: Amén.
Liturgia de la palabra
Terminada la oración colecta, todos se sientan. El sacerdote puede introducir a los fieles en la liturgia de la palabra con brevísimas palabras. El lector se dirige al ambón, y, del leccionario, colocado allí antes de iniciarse
En este momento puede guardarse, si conviene, un breve tiempo de silencio para que todos mediten lo que han escuchado.
Después, el salmista o el mismo lector recita los versículos del salmo, y el pueblo va diciendo la respuesta del modo acostumbrado.
Si hay una segunda lectura antes del Evangelio, el lector la proclama desde el ambón, mientras todos escuchan, y al final responden a la aclamación como se indica más arriba (n. 128). Luego, si se ve oportuno, puede guardarse un breve tiempo de silencio.
Después todos se ponen en pie y se canta el Aleluya u otro canto, según las exigencias del tiempo litúrgico (cf. nn. 62-64).
Mientras se canta el Aleluya u otro canto, el sacerdote, si se emplea el incienso, lo pone en el incensario y lo bendice. Luego, con las manos juntas y profundamente inclinado ante el altar, dice en secreto: Purifica mi corazón.
Después toma el Evangeliario, si está en el altar, y precedido por los ayudantes laicos, que pueden llevar el incensario y los ciriales, se acerca al ambón llevando el Evangeliario algo elevado. Los presentes se vuelven hacia el ambón manifestando así una especial reverencia al Evangelio de Cristo.
Llegado al ambón, el sacerdote abre el libro y, con las manos juntas, dice: El Señor esté con vosotros, y el pueblo responde: Y con tu espíritu, y después: Lectura del santo Evangelio..., trazando la cruz sobre el libro con el pulgar, y luego sobre su propia frente, boca y pecho, lo cual también hacen todos los demás. El pueblo aclama, diciendo: Gloria a ti, Señor. El sacerdote, si se utiliza el incienso, inciensa el libro (cf. nn. 276-277). Después proclama el Evangelio y al final pronuncia la aclamación Palabra del Señor y todos responden Gloria a ti, Señor Jesús. El sacerdote besa el libro diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio.
Si no hay lector, el mismo sacerdote hará todas las lecturas y el salmo de pie en el ambón. Allí mismo, si se emplea el incienso, lo pone en el incensario y lo bendice, y profundamente inclinado dice: Purifica mi corazón.
El sacerdote, de pie en la sede o en el mismo ambón, o en otro lugar idóneo, si conviene, pronuncia la homilía; una vez terminada, puede guardarse un tiempo de silencio.
137. El Símbolo lo canta o lo recita el sacerdote juntamente con el pueblo (cf. n. 68), estando todos de pie. . A las palabras: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó..., etc., o que fue concebido..., etc., todos se inclinan profundamente; pero en las solemnidades de
Una vez dicho el símbolo, el sacerdote, de pie junto a la sede. con las manos juntas, invita a los fieles a la oración universal con una breve monición. Después el cantor o el lector u otro, propone, vuelto al pueblo, las intenciones desde el ambón o desde otro lugar conveniente y, por su parte, el pueblo responde suplicante. Al final, el sacerdote, con las manos extendidas, concluye la súplica con la oración.
Liturgia eucarística
Terminada la oración universal, todos se sientan y comienza el canto del ofertorio (cf. n. 74).
El acólito u otro ministro laico colocan en el altar el corporal. el purificador, el cáliz, la palia y el misal.
Es conveniente que la participación de los fieles se manifieste en la presentación del pan y del vino para la celebración de
Las ofrendas de los fieles las recibe el sacerdote, ayudado por el acólito u otro ministro. El pan y el vino para
El sacerdote, en el altar, toma la patena con el pan, y con ambas manos la eleva un poco sobre el altar mientras dice en secreto: Bendito seas, Señor. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
A continuación, el sacerdote, situado en un lado del altar, mientras el ministro le ofrece las vinajeras, vierte el vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto: El agua unida al vino. Vuelto al centro del altar, toma con ambas manos el cáliz, lo eleva un poco y dice en secreto: Bendito seas, Señor y a continuación deja el cáliz sobre el corporal y lo cubre, si conviene, con la palia.
Pero si no hay canto para el ofertorio ni toca el órgano, en la presentación del pan y del vino el sacerdote puede pronunciar en voz alta las fórmulas de bendición, a las que el pueblo responde con la aclamación: Bendito seas por siempre, Señor
Colocado el cáliz sobre el altar, el sacerdote profundamente inclinado dice en secreto: Acepta, Señor, nuestro corazón contrito.
Luego, si se emplea el incienso, el sacerdote lo pone en el incensario, lo bendice sin decir nada e inciensa los dones, la cruz y el altar. El ministro, de pie al lado del altar, inciensa al celebrante y después al pueblo.
Después de la oración Acepta, Señor, nuestro corazón contrito o después de la incensación, el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado, mientras le sirve el agua el ministro.
Vuelto al centro del altar y de pie cara al pueblo el sacerdote extiende y junta las manos e invita al pueblo a orar, diciendo: Orad, hermanos. El pueblo se pone de pie y responde: El Señor reciba de tus manos. El sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas, y al final el pueblo aclama: Amén.
Entonces comienza el sacerdote
Es muy conveniente que el sacerdote cante las partes de
Al comienzo de
El sacerdote prosigue
Si el celebrante es Obispo, en las Plegarias, después de las palabras: con tu servidor el Papa N., añade: conmigo, indigno siervo tuyo; o después de las palabras: el Papa N., añade: de mi, indigno siervo tuyo. Si un Obispo celebra fuera de su diócesis, tras las palabras con tu servidor el Papa N., añade: conmigo, indigno siervo tuyo, con mi hermano N., Obispo de esta Iglesia de N..
El Obispo diocesano o el que en derecho se le equipara, debe ser nombrado con esta fórmula: con tu servidor el Papa N., con nuestro Obispo (o bien: Vicario, Prelado, Prefecto, Abad) N.
En
En cada Plegaria eucarística hay que adaptar las fórmulas precedentes a las reglas gramaticales.
Un poco antes de la consagración, el ministro, si se cree conveniente, avisa a los fieles mediante un toque de campanilla. Puede también, de acuerdo con la costumbre de cada lugar, tocar la campanilla cuando el sacerdote muestra la hostia y el cáliz a los fieles.
Si se utiliza el incienso, el ministro inciensa la hostia y el cáliz cuando se muestran tras la consagración.
Después de la consagración, una vez que el sacerdote dice: Este es el Sacramento de nuestra fe, el pueblo pronuncia la aclamación empleando una de las fórmulas prescritas.
Al final de
Terminada
Concluida la Oración dominical, el sacerdote, con las manos extendidas, dice él solo el embolismo: Líbranos de todos los males; al terminarlo, el pueblo aclama: Tuyo es el reino.
A continuación, el sacerdote, con las manos extendidas y en voz alta, dice la oración: Señor Jesucristo, que dijiste y, al terminarla, extendiendo y juntando las manos, anuncia la paz, vuelto al pueblo, mientras dice: La paz de/ Señor esté siempre con vosotros, y el pueblo le responde: Y con tu espíritu. Luego, si se juzga oportuno, el sacerdote añade: Daos fraternalmente la paz.
El sacerdote puede dar la paz a los ministros, pero siempre permaneciendo dentro del presbiterio para no perturbar la celebración. Haga lo mismo si, por alguna causa razonable, desea dar la paz a algunos pocos fieles. Y todos se intercambian un signo de paz, comunión y caridad, según lo que haya establecido
A continuación, el sacerdote toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una partícula en el cáliz diciendo en secreto: El Cuerpo y
Entonces el sacerdote dice en secreto y con las manos juntas la oración para
Terminada esta oración, el sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado en esa misma Misa y, teniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice: Éste es el Cordero de Dios, y, a una con el pueblo, añade una sola vez: Señor, no soy digno.
Luego, de pie y vuelto hacia el altar, el sacerdote dice en secreto: El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna, y, con reverencia, toma el Cuerpo de Cristo. Después, coge el cáliz, y dice en secreto:
Mientras el sacerdote comulga el Sacramento, se empieza el canto de Comunión (cf. n. 86).
El sacerdote toma después la patena o la píxide y se acerca a los que van a comulgar, quienes, de ordinario, se acercan procesionalmente.
A los fieles no les es lícito tomar por sí mismos ni el pan consagrado ni el sagrado cáliz y menos aún pasárselos entre ellos de mano en mano. Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo haya establecido
Si
Para
Si están presentes otros presbíteros, pueden ayudar al sacerdote a distribuir
Estos ministros no acceden al altar antes de que el sacerdote haya comulgado y siempre han de recibir de manos del sacerdote el vaso que contiene
Una vez distribuida
El sacerdote, vuelto al altar, recoge los fragmentos, si los hay; luego, en el altar o en la credencia, purifica la patena o la píxide sobre el cáliz; purifica el cáliz diciendo en secreto: Haz, Señor, que recibamos, y lo seca con el purificador. Si los vasos son purificados en el altar, los lleva un ministro a la credencia. Está, sin embargo, permitido dejar los vasos que se han de purificar, sobre todo si son muchos, en el altar o en la credencia, convenientemente cubiertos sobre un corporal, para luego purificarlos inmediatamente después de
Después, el sacerdote puede regresar a la sede. Se puede observar un espacio de silencio sagrado o también entonar un salmo u otro cántico o himno de alabanza (cf. n. 88).
Luego, en pie junto a la sede o el altar, el sacerdote, vuelto al pueblo, dice, con las manos juntas: Oremos, y con las manos extendidas recita la oración después de
Rito de conclusión
Terminada la oración después de
Después, el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo diciendo: El Señor esté con vosotros, a lo que el pueblo responde: Y con tu espíritu, y el sacerdote, uniendo de nuevo las manos, y colocando luego la mano izquierda sobre el pecho y elevando la derecha añade:
La bendición de Dios todopoderoso y haciendo la señal de la cruz sobre el pueblo prosigue: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros; todos responden: Amén.
En ciertos días y ocasiones, esta bendición se enriquece y se expresa, según las rúbricas, mediante la oración sobre el pueblo u otra fórmula más solemne.
El Obispo bendice al pueblo con la fórmula propia, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo.99
En seguida, el sacerdote, con las manos juntas, añade: Podéis ir en paz, y todos responden: Demos gracias a Dios.
Entonces, el sacerdote, según costumbre, venera el altar con un beso y, haciendo junto con los ministros laicos una profunda inclinación, se retira con ellos.
B) MISA CON DIÁCONO
171. Cuando un diácono, revestido con las vestiduras sagradas, interviene en la celebración eucarística, desempeña su oficio propio. Así pues, él:
Asiste al sacerdote y está siempre a su lado;
En el altar le ayuda en lo referente al cáliz o al libro;
Proclama el Evangelio y, por mandato del sacerdote celebrante, puede tener la homilía (cf. n. 66);
Dirige al pueblo fiel por medio de las oportunas moniciones y enuncia las intenciones de la oración universal;
Ayuda al sacerdote celebrante a distribuir
Desempeña, si es necesario, las tareas de otros ministros, en el caso de que éstos falten.
Ritos iniciales
Llevando el Evangeliario algo elevado, el diácono precede al sacerdote en su camino hacia el altar; si no, camina a su lado.
Llegado al altar, si porta el Evangeliario, omitida la reverencia, accede al altar. Luego, una vez colocado el Evangeliario como es laudable, sobre el altar, juntamente con el sacerdote lo venera con un beso.
Si no lleva el Evangeliario hace una inclinación profunda al altar juntamente con el sacerdote, según el modo acostumbrado, y con él lo venera mediante un beso.
Finalmente, si se emplea el incienso, asiste al sacerdote en la imposición del mismo y en la incensación de la cruz y el altar.
Una vez incensado el altar, se dirige a la sede acompañando al sacerdote, y allí permanece a su lado y le ayuda cuando sea necesario.
Liturgia de la palabra
Mientras se dice el Aleluya u otro canto, si se ha de usar el incienso, ayuda al sacerdote a ponerlo en el incensario: luego, profundamente inclinado ante él, le pide su bendición, diciendo en voz baja: Padre, dame tu bendición. El sacerdote le da la bendición, diciendo: El Señor esté en tu corazón. El diácono se signa con la señal de la cruz y responde: Amén. Luego. hecha una profunda inclinación al altar, toma el Evangeliario que se había depositado sobre el altar y se dirige al ambón, llevando el libro algo elevado, precedido por el turiferario que lleva el incensario humeante y por los ministros con cirios encendidos. Allí saluda al pueblo diciendo con las manos juntas: El Señor esté con vosotros y en las palabras Lectura del santo Evangelio, signa con el dedo pulgar el libro y se signa él mismo en la frente, en los labios y en el pecho, inciensa el libro y proclama el Evangelio. Terminado esto, aclama: Palabra del Señor y todos responden: Gloria a ti, Señor Jesús. Luego venera el libro con un beso, diciendo al mismo tiempo en secreto: Las palabras del Evangelio, y vuelve al lado del sacerdote.
Cuando el diácono asiste al Obispo, lleva el libro para que lo bese o lo besa él mismo diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio. En las celebraciones más solemnes, el Obispo imparte la bendición al pueblo con el Evangeliario, si se ve oportuno.
Por último, el Evangeliario puede llevarse a la credencia o a otro lugar apto y digno.
Si no hay otro lector idóneo, el diácono lee también las demás lecturas.
Las intenciones de la oración de los fieles, una vez introducidas por el sacerdote, las recita el diácono, habitualmente desde el ambón.
Liturgia eucarística
Terminada la oración universal, el sacerdote permanece en la sede y el diácono prepara el altar, con la ayuda del acólito: le corresponde, en particular, tener cuidado de los vasos sagrados. Asiste también al sacerdote cuando recibe los dones del pueblo. Luego pasa al sacerdote: la patena con el pan que se va a consagrar: vierte el vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto: El agua unida al vino, y luego lo presenta al sacerdote. Esta preparación del cáliz puede también hacerla en la credencia. Si se emplea el incienso, ayuda al sacerdote en la incensación de las ofrendas, de la cruz y del altar, y luego él o el acólito inciensa al sacerdote y al pueblo.
Durante
Desde la epíclesis hasta la ostensión del cáliz el diácono permanece, normalmente, arrodillado. Si hay varios diáconos, al llegar la consagración, uno de ellos puede poner incienso en el turíbulo e incensar en el momento de la ostensión de la hostia y del cáliz.
Para la doxología final de
Una vez que el sacerdote ha dicho la oración de la paz y las palabras La paz del Señor esté siempre con vosotros, y el pueblo haya respondido Y con tu espíritu, el diácono, si es oportuno, invita a darse la paz diciendo con las manos juntas y vuelto hacia el pueblo: Daos fraternalmente la paz. Ella recibe directamente del sacerdote y puede darla a los ministros más cercanos.
Terminada
Terminada
Rito de conclusión
Dicha la oración después de
Si se emplea la oración sobre el pueblo o la fórmula de la bendición solemne, el diácono dice: Inclinaos para recibir la bendición. Una vez dada la bendición por el sacerdote, el diácono se encarga de despedir al pueblo, diciendo con las manos juntas y vuelto hacia el pueblo: Podéis ir en paz.
Luego, juntamente con el sacerdote, venera el altar besándolo, y haciendo una profunda reverencia, se retira en el mismo orden en que había llegado.
C) FUNCIONES DEL ACÓLITO
Las funciones que puede ejercer el acólito son de diverso género; puede darse el caso de que concurran varias a la vez. Por lo tanto, es conveniente que se distribuyan, si es oportuno, entre varios; si solamente está presente un acólito, haga él lo que es de más importancia, distribuyéndose lo demás entre varios ministros.
Ritos iniciales
En la procesión al altar puede llevar la cruz entre dos ministros con cirios encendidos. Cuando llegue al altar, coloca la cruz junto al mismo, o bien la sitúa en un lugar digno. Luego ocupa su lugar en el presbiterio.
Durante toda la celebración, es propio del acólito acercarse al sacerdote o al diácono, cuantas veces se requiera, para servir el libro y ayudarles en todo lo necesario. Conviene, por tanto, que, en la medida de lo posible, ocupe un lugar desde el que pueda ejercer fácilmente su ministerio, en la sede o en el altar.
Liturgia eucarística
En ausencia del diácono, una vez acabada la oración universal, mientras el sacerdote permanece en la sede, el acólito pone sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal. Después, si es necesario, ayuda al sacerdote en la recepción de los dones del pueblo y oportunamente lleva el pan y el vino al altar y los entrega al sacerdote. Si se utiliza el incienso, presenta el incensario al sacerdote y le asiste en la incensación de las ofrendas, de la cruz y del altar. Luego inciensa al sacerdote y al pueblo.
El acólito instituido puede, si es necesario, ayudar al sacerdote, como ministro extraordinario, en la distribución de
El acólito instituido, acabada la distribución de
193. Terminada la celebración de
D) FUNCIONES DEL LECTOR
Ritos iniciales
En la procesión al altar, en ausencia del diácono, el lector, con la debida vestidura, puede llevar el Evangeliario un poco elevado: en este caso, precede al sacerdote; de lo contrario va con los otros ministros.
Al llegar al altar, hace la debida reverencia junto con los demás. Si lleva el Evangeliario, accede al altar y lo coloca sobre el mismo. Luego ocupa su lugar en el presbiterio junto con los otros ministros.
Liturgia de la palabra
Lee desde el ambón las lecturas que preceden al Evangelio. Cuando no hay salmista, después de la primera lectura puede proclamar el salmo responsorial.
En ausencia del diácono, puede proclamar desde el ambón las intenciones de la oración universal, después que el sacerdote ha hecho la introducción a la misma.
II.
199. La concelebración, que manifiesta claramente la unidad del sacerdocio, del sacrificio y de todo el pueblo de Dios, está prescrita por el mismo rito en la ordenación del Obispo y de los presbíteros, en la bendición del abad y en
Se recomienda, a no ser que la utilidad de los fieles requiera o aconseje otra cosa:
En
En
En
En las Misas que se celebran en cualquier género de reuniones de sacerdotes, seculares o religiosos.101
Todo sacerdote puede celebrar
Los presbíteros de viaje sean acogidos de buen grado para la concelebración eucarística, con tal de que se conozca su condición sacerdotal.
Donde hay un gran número de sacerdotes, la concelebración puede tenerse incluso varias veces en el mismo día cuando la necesidad o la utilidad pastoral así lo aconsejen, pero debe hacerse en tiempos sucesivos o en lugares sagrados diversos.102
Corresponde al Obispo, según las normas del derecho, ordenar la disciplina de la concelebración en todas las iglesias y oratorios de su diócesis.
Ha de tener una consideración especial la concelebración en la que los presbíteros de una diócesis concelebran con el propio Obispo, en
Por la misma razón, se recomienda la concelebración cuantas veces los presbíteros se encuentren con el propio Obispo, sea con ocasión de los ejercicios espirituales o de alguna reunión. En estos casos, el signo de la unidad del sacerdocio y de
Por causas determinadas, para dar, por ejemplo, un mayor sentido al rito o a una fiesta, se puede celebrar o concelebrar varias veces en el mismo día, en los siguientes casos:
Quien el Jueves Santo ha celebrado o concelebrado en
Quien celebró o concelebró
El día de Navidad todos los sacerdotes pueden celebrar o concelebrar tres Misas, con tal que se celebren a su tiempo;
En el día de
Quien concelebra con el Obispo o su delegado en un Sínodo o en la visita pastoral, o en las reuniones de sacerdotes, puede celebrar además otra Misa para utilidad de los fieles. Lo mismo vale, servatis servandis, para las reuniones de religiosos.
2O5.
2O6. Nunca acceda nadie o se le admita a concelebrar, una vez iniciada ya
2O7. Prepárese en el presbiterio:
Sillas y libros para los sacerdotes concelebrantes;
En la credencia: un cáliz de capacidad suficiente, o varios cálices.
2O8. Si no se cuenta con un diácono, sus oficios los realizan algunos de los concelebrantes.
Si tampoco están presentes otros ministros, sus oficios propios pueden confiarse a otros fieles idóneos; en caso contrario, los desempeñan algunos de los concelebrantes.
2O9. Los concelebrantes, en la sacristía o en algún otro sitio conveniente, se revisten los mismos ornamentos que suelen llevar cuando celebran individualmente. Pero si hay un justo motivo, por ejemplo, un gran número de concelebrantes o falta de ornamentos, los concelebrantes, a excepción siempre del celebrante principal, pueden suprimir la casulla, llevando solamente la estola sobre el alba.
Ritos iniciales
Cuando todo está ya preparado, se empieza la procesión hacia el altar a través de la iglesia. Los presbíteros concelebrantes preceden al celebrante principal.
Cuando han llegado al altar, los concelebrantes y el celebrante principal, hecha una profunda inclinación, veneran el altar besándolo, y se dirigen a la sede a ellos destinada. El celebrante principal, si es oportuno, inciensa la cruz y el altar y luego se dirige a la sede.
Liturgia de
Durante la liturgia de la palabra los concelebrantes ocupan su lugar y están sentados o se levantan en la misma forma que el celebrante principal.
Al comenzar el Aleluya, todos se levantan, excepto el Obispo. que pone incienso sin decir nada y bendice al diácono o, en su ausencia, al concelebrante que va a proclamar el Evangelio. Sin embargo, en la concelebración que preside el presbítero, el concelebrante que, en ausencia del diácono, proclama el Evangelio, ni pide ni recibe la bendición del celebrante principal.
La homilía normalmente la hará el celebrante principal o uno de los concelebrantes.
La preparación de los dones (cf. nn. 139-146) la hace solamente el celebrante principal, permaneciendo mientras tanto los demás concelebrantes en sus puestos.
Una vez que el celebrante principal ha pronunciado la oración sobre las ofrendas, los concelebrantes se acercan al altar y se disponen en pie alrededor de él, pero de tal modo que no dificulten la ejecución de los ritos que se realizan y los fieles tengan buena visibilidad de la acción sagrada. ni cierren el paso al diácono cuando por razón de su ministerio debe acercarse al altar.
El diácono desempeña su oficio cerca del altar en los momentos de ayudar, si es necesario, con el cáliz y el misal. Sin embargo. en la medida de lo posible, se sitúa ligeramente detrás de los sacerdotes concelebrantes, situados junto al celebrante principal.
Modo de proclamar
El prefacio lo canta o lo recita solamente el celebrante principal. En cambio el Santo lo cantan o recitan todos los concelebrantes junto con el pueblo y los cantores.
Terminado el Santo, los sacerdotes concelebrantes prosiguen
Los textos que dicen simultáneamente todos los concelebrantes y principalmente las palabras de la consagración, que todos deben pronunciar, los recitan de tal manera que los concelebrantes las dicen en voz baja para que se pueda oír claramente la voz del celebrante principal. De este modo, el pueblo percibe mejor las palabras.
Es encomiable cantar las partes que han de recitar conjuntamente todos los concelebrantes, y que se hallan musicalizadas en el Misal.
Plegaria eucarística 1, o Canon romano
En
Acuérdate, Señor y Reunidos en comunión, conviene que se confíen a uno u otro de los sacerdotes concelebrantes, que dice él solo: estas oraciones con las manos extendidas y en voz alta.
Acepta, Señor, en tu bondad, lo dice solamente el celebrante principal, con las manos extendidas.
Desde Bendice y santifica, oh Padre, hasta Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, el sacerdote principal realiza el gesto. pero todos los concelebrantes lo dicen a una de este modo:
Bendice y santifica, oh Padre, con las manos extendidas hacia las ofrendas;
El cual, la víspera de su Pasión y Del mismo modo, con las manos juntas;
Las palabras del Señor, si el gesto parece conveniente, con la mano derecha extendida hacia el pan y hacia el cáliz; miran la hostia y el cáliz cuando el celebrante principal los muestra a los fieles y luego se inclinan profundamente;
Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y Mira con ojos de bondad, con las manos extendidas;
Te pedimos humildemente, inclinados y con las manos juntas, hasta llegar a las palabras al participar aquí de este altar. Inmediatamente, se enderezan, haciendo sobre sí la señal de la cruz, mientras pronuncian las restantes palabras: seamos colmados de gracia y bendición.
La intercesión por los difuntos y la oración Y a nosotros, pecadores, conviene que sea confiada a uno u otro de los concelebrantes, quien la dice él solo con las manos extendidas y en voz alta.
A las palabras Ya nosotros, pecadores, todos los concelebrantes se golpean el pecho.
Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando, lo dice solamente el celebrante principal.
En
Desde Por eso te pedimos que santifiques, hasta Te pedimos humildemente, lo dicen a una todos los concelebrantes de este modo:
Por eso te pedimos que santifiques, con las manos extendidas hacia las ofrendas;
El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, y Del mismo modo, con las manos juntas;
Las palabras del Señor, si el gesto parece conveniente, con la mano derecha extendida hacia el pan y hacia el cáliz; miran la hostia y el cáliz cuando el celebrante principal los muestra a los fieles y luego se inclinan profundamente;
Así pues, Padre, al celebrar ahora, y Te pedimos humildemente, con las manos extendidas.
228. Las intercesiones por los vivos Acuérdate, Señor, y por los difuntos Acuérdate también de nuestros hermanos, conviene que se confíen a uno u otro de los concelebrantes, quien las pronuncia él solo con las manos extendidas y en voz alta.
229. En
23O. Desde Por eso, Padre, te suplicamos, hasta Dirige tu mirada, lo dicen a una todos los concelebrantes de este modo:
Por eso, Padre, te suplicamos, con las manos extendidas hacia las ofrendas;
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado y Del mismo modo, con las manos juntas:
Las palabras del Señor, si el gesto parece conveniente, con la mano derecha extendida hacia el pan y hacia el cáliz; miran la hostia y el cáliz cuando el celebrante principal los muestra a los fieles y luego se inclinan profundamente;
Así pues, Padre, y Dirige tu mirada, con las manos extendidas.
231. Las intercesiones Que él nos transforme y Te pedimos, Padre, que esta Víctima, conviene que se confíen a uno u otro de los sacerdotes concelebrantes, quien las pronuncia él solo con las manos extendidas y en voz alta.
Plegaria eucarística IV
232. En
233. Desde Por eso, Padre, te rogamos, hasta: Dirige tu mirada, lo dicen a una todos los concelebrantes de este modo.
Por eso, Padre, te rogamos, con las manos extendidas hacia las ofrendas;
Porque él mismo, llegada la hora y Del mismo modo, con las manos juntas.
Las palabras del Señor, si el gesto parece conveniente, con la mano derecha extendida hacia el pan y hacia el cáliz; miran la hostia y el cáliz cuando el celebrante principal los muestra a los fieles y luego se inclinan profundamente;
Por eso, Padre, al celebrar, y Dirige tu mirada, con las manos extendidas.
Las intercesiones Y ahora, Señor, acuérdate, y Padre de bondad conviene confiarlas a uno u otro de los concelebrantes, quien las pronuncia él solo con las manos extendidas y en voz alta.
Por lo que se refiere a otras Plegarias eucarísticas aprobadas por
La doxología final de
Rito de
Luego el celebrante principal, con las manos juntas, pronuncia la monición que precede al Padrenuestro, y en seguida. con las manos extendidas y a una con los demás concelebrantes, que también extienden las manos, y con el pueblo, dice la misma Oración dominical.
Líbranos de todos los males, Señor, lo dice sólo el celebrante principal, con las manos extendidas. Todos los concelebrantes, a una con el pueblo, pronuncian la aclamación final: Tuyo es el reino,
Después de la monición del diácono o, en su ausencia, de uno de los concelebrantes: Daos fraternalmente la paz, todos se dan la paz; los que quedan más cerca del celebrante principal la reciben de él antes que el diácono.
Mientras se dice el Cordero de Dios, los diáconos o algunos concelebrantes pueden ayudar al celebrante principal a partir el pan consagrado, sea para
Después de la inmixtio, sólo el celebrante principal dice en secreto con las manos juntas la oración Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo o Señor Jesucristo,
Terminada la oración antes de
Luego, el celebrante principal toma la hostia consagrada en la misma Misa y, teniéndola un poco elevada sobre la patena o sobre el cáliz, vuelto al pueblo dice: Éste es el Cordero de Dios, y prosigue con los concelebrantes y el pueblo, diciendo: Señor, no soy digno.
A continuación, el celebrante principal, de cara al altar, dice en secreto: El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna, y toma reverentemente el Cuerpo de Cristo. De modo análogo proceden los demás concelebrantes comulgando por sí mismos. Después de ellos, el diácono recibe el Cuerpo y
Si se comulga, bebiendo directamente del cáliz, se puede emplear uno de estos modos:
a) El celebrante principal, de pie en medio del altar. toma el cáliz y dice en secreto:
Los concelebrantes, uno tras otro, o de dos en dos, si se usan dos cálices, se acercan al altar, hacen genuflexión, beben el Sanguis, purifican el borde del cáliz y regresan a sus asientos.
b) El celebrante principal bebe
Pero los concelebrantes pueden tomar
El diácono consume con reverencia, en el altar, toda
En este caso, el celebrante principal toma primero
Terminada
De la misma manera se hacen al final
Si
Los concelebrantes, uno tras otro, se acercan al altar, hacen genuflexión, toman una partícula, la mojan parcialmente en el cáliz y poniendo debajo el purificador la consumen. Después se retiran a sus puestos como al comienzo de
Toma también
Rito de conclusión
Todo lo demás hasta el fin de
III.
En
Si el ministro es un diácono, cumple los oficios que le son propios (cf. nn. 171-186) y realiza también lo que corresponde al pueblo.
La celebración sin ministro o al menos sin algún fiel no se haga sin causa justa y razonable. En este caso se omiten los saludos, moniciones y la bendición al final de
Antes de
Ritos iniciales
El sacerdote accede al altar y, hecha una profunda inclinación con el ministro, besa el altar y se dirige a la sede. Si lo desea, el sacerdote puede permanecer en el altar: en este caso, se coloca ahí también el misal. Entonces el ministro o el sacerdote pronuncia la antífona de entrada.
Después, el sacerdote con el ministro, de pie, se signa con la señal de la cruz y dice: En el nombre del Padre; vuelto hacia el ministro le saluda, eligiendo una de las fórmulas propuestas.
Sigue el acto penitencial y, a tenor de las rúbricas, se dice el Kyrie y el Gloria.
Luego, con las manos juntas, dice Oremos y, después de una pausa conveniente, recita, con las manos extendidas, la oración colecta. Al final el ministro aclama: Amén.
Liturgia de la palabra
Las lecturas, en la medida de lo posible, se pronuncian desde el ambón o desde el facistol.
Dicha la oración colecta, el ministro lee la primera lectura y el salmo y, cuando se ha de decir, también la segunda lectura con el versículo del Aleluya o el otro canto.
Luego, el sacerdote, profundamente inclinado, dice Purifica mi corazón y después lee el Evangelio. Al final dice: Palabra del Señor, a lo que el ministro responde Gloria a ti, Señor Jesús. El sacerdote después besa el libro, diciendo en secreto: Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.
El sacerdote a continuación, según las rúbricas, recita, juntamente con el ministro, la profesión de fe.
Sigue la oración de los fieles, que también puede decirse en esta Misa. El sacerdote introduce y concluye la oración; el ministro pronuncia las intenciones.
En la liturgia eucarística se realiza todo como en
Terminada la aclamación final del embolismo que sigue al Padre nuestro, el sacerdote dice la oración Señor Jesucristo, que dijiste y luego añade: La paz del Señor esté siempre con vosotros, a lo que el ministro responde: Y con tu espíritu. Si parece conveniente, el sacerdote puede dar la paz al ministro.
Luego, mientras con el ministro dice Cordero de Dios, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena. Terminado el Cordero de Dios, hace la inmixtio, diciendo en secreto El Cuerpo y
Después de la inmixtio, el sacerdote dice en secreto la oración Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo o Señor Jesucristo,
Antes de dar
El sacerdote purifica el cáliz en la credencia o en el altar. Si el cáliz se purifica en el altar, el ministro puede llevarlo a la credencia, o dejarlo en un lado sobre el mismo altar.
Terminada la purificación del cáliz, conviene que el sacerdote observe una pausa de silencio; luego dice la oración después de
Rito de conclusión
IV. ALGUNAS NORMAS GENERALES PARA CUALQUIER FORMA DE MISA
Veneración al altar y al Evangeliario
Según la costumbre tradicional, la veneración del altar y del Evangeliario se expresa con el beso. Sin embargo, donde este signo no concuerda plenamente con las tradiciones culturales de alguna región, corresponde a
Genuflexiones e inclinaciones
La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta el suelo, es un signo de adoración; por eso, se reserva al Santísimo Sacramento, y a la santa Cruz, desde la adoración solemne en
En
Pero si el sagrario con el Santísimo Sacramento está en el presbiterio, el sacerdote, el diácono y los demás ministros hacen genuflexión cuando llegan al altar y se retiran de él, pero no durante la celebración de
Los ministros que llevan la cruz procesional o los ciriales, en lugar de genuflexión, hacen inclinación de cabeza.
275. Por medio de la inclinación se expresa la reverencia y el honor que se tributa a las personas o a sus signos. Hay dos clases de inclinación: de cabeza y de cuerpo:
La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran las tres Personas Divinas a la vez, a los nombres de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del Santo en cuyo honor se celebra
La inclinación de cuerpo, o inclinación profunda, se hace: al altar; a las oraciones: Purifica mi corazón y Acepta, Señor, nuestro corazón contrito; en el Símbolo, a las palabras: Y por obra del Espíritu Santo o que fue concebida en el Canon romano, al decir la oración: Te pedimos humildemente. La misma inclinación hace el diácono cuando pide la bendición antes de proclamar el Evangelio. El sacerdote se inclina además un poco cuando, durante la consagración, pronuncia las palabras del Señor.
Incensación
276. La incensación expresa la reverencia y la oración, como se significa en
El incienso puede libremente usarse en cualquier forma de Misa:
Durante la procesión de entrada;
Al comienzo de
Para la procesión y proclamación del Evangelio;
Cuando ya están colocados sobre el altar el pan y cáliz, para incensar las ofrendas, la cruz y el altar, el sacerdote y el pueblo;
En la ostensión de la hostia y del cáliz después de la consagración.
277. Cuando el sacerdote pone el incienso en el turíbulo, lo bendice con la señal de la cruz, sin decir nada.
Antes y después de la incensación se hace una profunda inclinación a la persona o al objeto que" se inciensa, a excepción del altar y los dones para el sacrificio de
Se inciensan con tres movimientos dobles del turíbulo: el Santísimo Sacramento, las reliquias de la santa Cruz y las imágenes del Señor expuestas a la veneración pública, los dones para el sacrificio de
Se inciensan con dos movimientos dobles del turíbulo las reliquias e imágenes expuestas a la veneración pública y sólo al principio de la celebración, después de incensar el altar.
La incensación del altar se hace con sencillos balanceos de este modo:
Si el altar está separado de la pared, el sacerdote lo inciensa rodeándolo;
Pero si el altar no está separado de la pared, el sacerdote, mientras pasa, inciensa primero la parte derecha, luego la parte izquierda del altar.
Si la cruz está sobre el altar o junto a él, se inciensa antes que el mismo altar. En otro caso, el sacerdote la incensará cuando pase ante ella.
El sacerdote inciensa los dones con tres movimientos dobles de turíbulo, antes de incensar la cruz y el altar, o bien haciendo la señal de la cruz con el incensario sobre los dones.
Siempre que algún fragmento del pan consagrado quede adherido a los dedos, sobre todo después de la fracción o de
Los vasos sagrados los purifica el sacerdote, el diácono o el acólito instituido, después de
Cuídese de que
Si el pan consagrado o alguna partícula del mismo llega a caerse, se recogerá con reverencia. Si se derrama algo de
Comunión bajo las dos especies
La sagrada Comunión tiene una expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. En esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarístico, y se expresa más claramente la voluntad divina con que se ratifica en
Procuren los sagrados pastores recordar a los fieles que participan en el rito o intervienen en él, y del modo mejor posible, la doctrina católica sobre esta forma de la sagrada Comunión, según el Concilio Ecuménico de Trento. Adviertan, en primer lugar, a los fieles como la fe católica enseña que, aun bajo una cualquiera de las dos especies, está Cristo entero, y que se recibe un verdadero Sacramento, y que, por consiguiente, en lo que respecta a los frutos de
Enseñen, además, que
Se permite
A los sacerdotes que no pueden celebrar o concelebrar
Al diácono y a los demás que cumplen algún oficio en
A los miembros de las comunidades en
El Obispo diocesano puede establecer normas para su diócesis sobre
Las Conferencias de los Obispos pueden dictar normas, con el reconocimiento de
284. Cuando se distribuye
El diácono ayuda, de ordinario, con el cáliz, o, en caso de no haber un diácono, ayuda un presbítero; también puede ayudar el acólito instituido u otro ministro extraordinario de la sagrada Comunión; o un fiel a quien, en caso de necesidad, se le encomienda ese oficio para esa determinada ocasión.
Lo que pueda quedar de
285. Para distribuir
Si
Si se hace por intinción, téngase cuidado de que las hostias no sean ni demasiado delgadas ni demasiado pequeñas, sino un poco más gruesas de lo acostumbrado, para que se puedan distribuir fácilmente cuando se han mojado parcialmente en
286. Si
287. Si